martes, 15 de septiembre de 2015

El verdadero valor del anillo

Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda:
- Maestro, vengo porque me siento débil y sin fuerzas para emprender empresa alguna en la vida. Todos a mi alrededor me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y tonto. ¿Cómo puedo mejorar, maestro? ¿Qué he de hacer para que ser valorado por los demás?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- Cuánto lo siento, muchacho, pero estoy muy atareado resolviendo mis propios asuntos. Quizá en otro momento. Si quisieras ayudarme, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez podría ayudarte

El joven, de nuevo sintiéndose menospreciado, titubeó, pero, al fin contestó que le ayudaría.

El maestro entonces lo miro, se quitó un anillo que llevaba en la mano y dándoselo al muchacho dijo:
- Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un anciano fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.

Pasó allí la mañana entera intentando vender la joya a todo aquel que pasaba (¡cientos de personas!) , hasta que, abatido por su fracaso, montó el caballo y regresó a casa del sabio.
- Maestro -dijo al llegar-, de verdad que lo siento, pero ha sido imposible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 o 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto daría por él

El joven volvió a cabalgar, esta vez hacia el establecimiento del joyero. Al llegar, el experto examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile a tu maestro, muchacho, que no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

- ¡¿58 monedas?! -exclamó el joven

- Sí -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo...

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